Bután es uno de los países más seguros y felices para los turistas extranjeros, incluidos los visitantes estadounidenses.
Conocido popularmente como la tierra de la Felicidad Nacional Bruta, Bután enfrenta varios desafíos socioeconómicos, entre ellos la pobreza y el desempleo, una educación y una atención médica deficientes, desigualdad de género y una amenaza inminente a su ecología.
En un mundo en constante movimiento, Bután ofrece un refugio. Aquí se pueden encontrar placeres terrenales: tiro con arco y artesanías ancestrales, platos de queso casero y chiles increíblemente picantes, caminatas impresionantes y baños de piedras calientes que te dejarán sin aliento.
Estados Unidos y Bután no tienen vínculos diplomáticos oficiales. Sin embargo, mantienen relaciones cordiales e informales, así como relaciones consulares. Bután está representado por su misión permanente ante las Naciones Unidas, mientras que la Embajada de Estados Unidos en Nueva Delhi está acreditada en Bután.
A los turistas estadounidenses les encanta Bután. Es un país apartado, tranquilo y sencillamente único. Se encuentra entre China e India, cerca de Nepal, en el Himalaya.

Es probable que esta cálida relación entre ambos países se deteriore en pocos días. El presidente estadounidense, Trump, quiere incluir a Bután en la lista de países con restricciones de viaje, lo que significa que los titulares de pasaportes butaneses ya no serán bienvenidos ni se les permitirá entrar en Estados Unidos.
Menos de 1,000 ciudadanos butaneses viajan a Estados Unidos cada año, pero es posible que ya no puedan hacerlo.
La prohibición prevista para la entrada de butaneses a Estados Unidos se originó en una orden ejecutiva firmada por Trump en su primer día como presidente. Esta ordena al personal del Departamento de Estado y del Departamento de Seguridad Nacional identificar a los países con procesos de investigación y selección inadecuados y proporcionar información en un plazo de 60 días, a más tardar el 21 de marzo.
Se desconoce si la nueva política de prohibición de viajes afectará a personas con visas y tarjetas de residencia permanente vigentes. Sin embargo, defensores de la inmigración y la lucha contra la discriminación sospechan que quienes llegaron a EE. UU. procedentes de países específicos se enfrentarán a un escrutinio más riguroso, señalando que el gobierno ya ha comenzado a revocar visas de residentes legales a ciudadanos de países que se espera que estén en la lista roja.
La Casa Blanca dice que sus medidas son necesarias para proteger a la nación “de terroristas extranjeros” y garantizar “que los extranjeros aprobados para la admisión a los Estados Unidos no tengan la intención de dañar a los estadounidenses ni a nuestros intereses nacionales”.
No existe ningún riesgo aparente de seguridad ni amenaza de terrorismo al permitir la entrada de ciudadanos butaneses a Estados Unidos. Aun así, Trump pretende castigar a los 800,000 ciudadanos butaneses por las acciones de algunos de ellos: quedarse más tiempo del permitido por sus visas al viajar a Estados Unidos.
Más del 26.6 % de los estudiantes y visitantes de intercambio butaneses permanecieron en EE. UU. más allá del período autorizado. En el caso de los butaneses que ingresaron a EE. UU. con visas de negocios o turismo, la cifra de estadías prolongadas en 2023 fue del 12.7 %.
La conclusión estadounidense debe basarse en el “castigo corporativo”, un concepto popular en países como Corea del Norte.
Bután, conocido como la Tierra del Dragón del Trueno, podría convertirse en uno de los 43 países cuyos ciudadanos enfrentan restricciones o exigencias para ingresar a Estados Unidos debido a una nueva prohibición de viajes de la administración Trump.
Hasta el siglo XVIII, Bután era un conjunto de feudos locales. La intervención británica condujo a su establecimiento como monarquía hereditaria en 18. Aproximadamente un siglo después, la nación se transformó en una democracia parlamentaria bipartidista. Sin embargo, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, el quinto Rey Dragón de Bután, sigue siendo el jefe de Estado constitucional de facto.
Bután comenzó a recibir visitantes extranjeros en la década de 1970, lo que marcó el inicio de su relación con el mundo exterior. La televisión no se introdujo en el país hasta 1999. Sorprendentemente, Bután sigue siendo el único país sin semáforos.
La Constitución de Bután exige que el 60 % del país permanezca cubierto de bosques para siempre como parte de su compromiso con la conservación del medio ambiente. Desde 2008, Bután ha sido a menudo llamado el "reino de la felicidad".